A tiempo

¿Por qué corría tanto?- se preguntaba mientras sus apresurados pasos salpicaban aquellas pequeñas gotas de agua.

Había llovido no hacia mucho, y los pocos rayos de sol que aún alumbraban su camino marcaban, sin que ella lo apreciara, el camino a seguir.

No podía tardar mucho más, llegaba la hora, el tiempo corría en su contra y no podía pararse a mirar de dónde procedía aquel extraño silvido.

¡Eh, Cuidado!- aquel chico en bicicleta había estado a punto de atropellarla. Miraba el reloj (en realidad miraba la hora en la pantalla de su teléfono móvil). No le quedaba tiempo. Ya todos estarían allí, esperando, impacientes.

-Lo siento, llego tarde. La gente no suele comprender que una tiene cosas que hacer-. El tiempo corría cada vez más.

Tan solo le quedaban unos metros para llegar y, esta vez sí, llegaría puntual…

Sin embargo durante su rápido y ajetreado caminar no le quedó tiempo para apreciar que las gotas que levantaban sus pasos formaban un precioso arcoiris al ser atravesadas por los cálidos rayos del sol, tampoco pudo comprobar como aquel extraño silvido que escuchó en un tramo de su camino era en realidad el hermoso canto de aquel pájaro que posado sobre la rama de una higuera revoloteaba y cantaba cada vez que una gota de agua resbalaba cayendo sobre su cabeza.

Ella no pudo escuchar como aquel chico en bicicleta frenaba su marcha y pedia perdón y, por supuesto, no tuvo tiempo de indicar a aquella señora una farmacia donde le recomendaran algo para su extraño sarpullido.

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